Intentar describirla seria solo eso, un intento.
Pero ella era una de esas mujeres
por las que lo intentaría
una
y todas las veces.
Su pelo era mar revuelto,
y en su boca siempre traía la alegría inevitable de una
lluvia en pleno agosto.
Eso es,
ella era lluvia, era mar,
eterna como las cosas naturales.
Justo a la derecha de su labio inferior tres lunares,
o quizás unos puntos suspensivos
mi más deliciosa incógnita.
Estaba absolutamente loca de ingreso,
de infarto,
de camisa de fuerza,
de correr a 160,
a mí una carrera en su media a 30 me quitaba la cordura.
Apuesto mi suerte,
que cualquiera habría pagado por experimentar su caos,
aunque,a decir verdad,
por ella habría apostado mi vida entera.
Era de pecho pequeño y corazón grande,
nunca logre llegar a entender cómo podía caber tanto ahí
dentro.
Era una de esas mujeres
que aunque esperándolas jamás llegan,
nunca se van del todo.