jueves, 29 de septiembre de 2016

Ella

Intentar describirla seria solo eso, un intento.

Pero ella era una de esas mujeres
por las que lo intentaría
una
y todas las veces.

Su pelo era mar revuelto,
y en su boca siempre traía la alegría inevitable de una lluvia en pleno agosto.
Eso es,
ella era lluvia, era mar,
eterna como las cosas naturales.

Justo a la derecha de su labio inferior tres lunares,
o quizás unos puntos suspensivos
mi más deliciosa  incógnita.

Estaba absolutamente loca de ingreso,
de infarto,
de camisa de fuerza,
de correr a 160,
a mí una carrera en su media a 30 me quitaba la cordura.

Apuesto mi suerte,
que cualquiera habría pagado por experimentar su caos,
aunque,a decir verdad,
por ella habría apostado mi vida entera.

Era de pecho pequeño y corazón grande,
nunca logre llegar a entender cómo podía caber tanto ahí dentro.

Era una de esas mujeres
que aunque esperándolas jamás llegan,

nunca se van del todo.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Aunque toda la poesía duerma en otra cama

Aun cuando la noche cambia,
y se convierte tan solo en un puñado de horas a las que se les ha desvalijado de caricias,
de dedos que se abrazan y de pieles que se mezclan,
de su carne precipitándose en mis caderas.

Un puñado de horas a las que se les ha despojado de todo,
menos de recuerdos,
esos que vienen para rememorarme que hubo noches en las que la ciudad moría ahí fuera,
mientras nosotros,
ardíamos dentro.

Horas en las que todo parece más viejo,
en las que he contado dos arrugas nuevas al reloj,
y en las que incluso se van desdibujando los grafitis del barrio donde un poeta declaraba amor eterno.

Un puñado de horas llenas de nada,
pero tan llenas de todo,
que aunque toda la poesía duerma en otra cama,
sé que él,
vuelve a dormir conmigo.

Aun cuando la noche cambia.


martes, 26 de julio de 2016

Poema a la libertad

Como llegar tarde,
como un cementerio,
como puertas sin manillas,
candados, 
barrotes,
como la muerte guiñándote un ojo,
como descoserse una herida y hurgar dentro.

Así, fue verla.

Si su oscuridad no me hubiera derribado,
os juro que su belleza me habría cegado.

Sus ojos dolían al mirarlos,
nunca había visto tanta tormenta junta.
Escala de grises y relámpagos
un grito de auxilio en el cielo.

Su cuerpo, un desfiladero de cerdos
que la convirtieron en mujer
mucho antes que su propio cuerpo.

Ella era un exclamo a la libertad,
de la que separaban sus pies cosidos al miedo.

Acumulaba cien inviernos en el pecho,
no me puedo imaginar su frio.

Tenía la sonrisa partida en dos
y la felicidad en el armario de su casa,
seguro, cogiendo polvo,
esperando a ser rescatada.

Polvos.

Quizás hacer el amor,
le hubiera salvado un poco.
Pero esa palabra era demasiado grande
para ser soportada por una mujer tan rota.

Verla fue creer un poco menos,
sentirme menos humana, un poco más.

Después la vi marchar,
llevándose con su tristeza un trozo de mi cuaderno,
y llenando de tristeza un trozo de mi existencia.

Llevándose una parte de mí,
que sólo,
deseó salvarla.

jueves, 12 de mayo de 2016

Imaginemos que llegué a tiempo

Imaginemos que llegué a tiempo y que nunca llegué a comprender que la nostalgia es buscar su boca justo después del orgasmo y saborear su ausencia,
comprender que toda mi hambre se resume a su existencia.

Pensar en ese beso que nunca dejó cosido bajo mi ombligo y relamerme el recuerdo es mi vicio masoquista por no llamarlo putada.

Imaginemos que llegué a tiempo,
que aún seguía en esa habitación vestida de nada,
que desató el nudo de mi pecho y mordió justo donde cabía el amor,
que ardimos cuando clavé mi fuego al calor de su ola,
que se rompió cuando surqué el mar entre sus piernas,
que alcancé su orilla y fue entonces cuando yo rompí deseando ser náufrago.

Que pude contemplarla subiendo por mis piernas,
besándome de esa forma en la que toda la habitación baila,
que me llenó de exclamaciones paseando su lengua por mi cuerpo,
como un perro sin dueño,
con ese instinto animal,
y sólo entonces supe explicar cómo es el cielo.

Que colonicé sus valles y caí en sus precipicios,
que fue justo ahí donde preferí morir a salvarme.

Que la escuché gemir y descubrí la banda sonora del resto de mi vida,
que hicimos el amor,
o mejor dicho,
que él nos hizo.

Imaginemos que llegué a tiempo.

miércoles, 4 de mayo de 2016

El precio de las cosas más hermosas

Aceptar el dolor como el precio de las cosas más hermosas,
como el límite de tu cama o tu cuerpo sobre el mío. 

La frontera entre la enajenación que me producen tus labios
y las manías que tengo en tu cuello.

Tú en mi pupila como el centro de todas mis dianas,
y mi meta en tu torso.

Todos los confines de la tierra situados en la periferia de tu ombligo,
el coto privado de caza en el que se convierten tus manos en contacto con mi cuerpo,
los márgenes de tu espalda desnuda.

Mi naufragio y mi orilla,
ambos en tu boca desafiándose,
donde hallo el vértice entre morir y vivir.

El horizonte de mi vida dentro de tus ojos
y tu pupila como el punto y final de cualquier guerra.

la imprudencia de un desconocido que te mira a los ojos
sin saber lo que vendrá después.

Esa imposibilidad de mostrarse ecuánime con tu presencia,
de no volverse completamente loco.

El contorno de tus manos como línea de llegada,
ese irracional efecto que creas solo con pronunciar mi nombre,
tú,
como mi plan más descabellado pero el predilecto.

Verte marchar
pero aceptar en dolor como el precio de las cosas más hermosas.

viernes, 29 de abril de 2016


Mi paracaídas

A veces sólo es cuestión de agitar la perspectiva,
de dejar que sea la libertad la que me encuentre,
vislumbrar ese rincón del mundo en el que no vivo -porque a veces también muero- pero en el que siempre estará mi casa.
Eso que despierta mi fiera y amansa mis guerras,
eso que me salva.
Hoy aquí la libertad me ha encontrado y yo he desplegado las alas.