Aceptar el dolor como el precio de las cosas más hermosas,
como el límite de tu cama o tu cuerpo sobre el mío.
La frontera entre la enajenación que me producen tus labios
y las manías que tengo en tu cuello.
y las manías que tengo en tu cuello.
Tú en mi pupila como el centro de todas mis dianas,
y mi meta en tu torso.
y mi meta en tu torso.
Todos los confines de la tierra situados en la periferia de
tu ombligo,
el coto privado de caza en el que se convierten tus manos en
contacto con mi cuerpo,
los márgenes de tu espalda desnuda.
Mi naufragio y mi orilla,
ambos en tu boca desafiándose,
donde hallo el vértice entre morir y vivir.
ambos en tu boca desafiándose,
donde hallo el vértice entre morir y vivir.
El horizonte de mi vida dentro de tus ojos
y tu pupila como el punto y final de cualquier guerra.
y tu pupila como el punto y final de cualquier guerra.
la imprudencia de un desconocido que te mira a los ojos
sin saber lo que vendrá después.
sin saber lo que vendrá después.
Esa imposibilidad de mostrarse ecuánime con tu presencia,
de no volverse completamente loco.
de no volverse completamente loco.
El contorno de tus manos como línea de llegada,
ese irracional efecto que creas solo con pronunciar mi
nombre,
tú,
como mi plan más descabellado pero el predilecto.
como mi plan más descabellado pero el predilecto.
Verte marchar
pero aceptar en dolor como el precio de las cosas más hermosas.
pero aceptar en dolor como el precio de las cosas más hermosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario