martes, 26 de julio de 2016

Poema a la libertad

Como llegar tarde,
como un cementerio,
como puertas sin manillas,
candados, 
barrotes,
como la muerte guiñándote un ojo,
como descoserse una herida y hurgar dentro.

Así, fue verla.

Si su oscuridad no me hubiera derribado,
os juro que su belleza me habría cegado.

Sus ojos dolían al mirarlos,
nunca había visto tanta tormenta junta.
Escala de grises y relámpagos
un grito de auxilio en el cielo.

Su cuerpo, un desfiladero de cerdos
que la convirtieron en mujer
mucho antes que su propio cuerpo.

Ella era un exclamo a la libertad,
de la que separaban sus pies cosidos al miedo.

Acumulaba cien inviernos en el pecho,
no me puedo imaginar su frio.

Tenía la sonrisa partida en dos
y la felicidad en el armario de su casa,
seguro, cogiendo polvo,
esperando a ser rescatada.

Polvos.

Quizás hacer el amor,
le hubiera salvado un poco.
Pero esa palabra era demasiado grande
para ser soportada por una mujer tan rota.

Verla fue creer un poco menos,
sentirme menos humana, un poco más.

Después la vi marchar,
llevándose con su tristeza un trozo de mi cuaderno,
y llenando de tristeza un trozo de mi existencia.

Llevándose una parte de mí,
que sólo,
deseó salvarla.