miércoles, 31 de octubre de 2018

En la barra de aquel bar


Si tengo que hablar de amor,
escribo mi futuro donde crece su sonrisa,
ese pliegue que hace dudar sobre los pecados capitales,
sobre las creencias,
sobre todo el puto mundo,
menos de ella.

La primera vez que la tuve en frente,
se resolvieron todas mis dudas sobre quién,
y apareció de inmediato este apremio de un porqué.

Esa incógnita atrapada en mi lengua
sobre cada parte de su cuerpo,
si es de esas que son dulces
o más bien sabe a-mar.

Este enigma en la yema de mis dedos,
que me hace desear tocarla,
como se tocan esas mujeres que sabes que son para siempre.

Las manillas de mi reloj esperando que vuelva,
y los latidos sobrepasando ese tempo,
con esa prisa terrenal,
esa urgencia natural de los cuerpos.

La impaciencia apostillada en mis ojos,
ciegos después de ella.

Si tengo que hablar de amor,
advierto que aún no sé ni su nombre,
pero prometo que mi hija se llamará así.

Y juro que solo me hizo falta verla cruzar la puerta de aquel bar,
donde vuelvo cada viernes,
para saber que ella es el poema que escribiría,
si tengo que hablar de amor.

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